CAPÍTULO  OCHO

Necesidades  en la Terapia Regresiva en el  Nivel Cuatro

a:  Claridad

Los seres  humanos están  extremadamente contaminados en su capacidad de ver claro y, por tanto, están igualmente  contaminados  en  su  capacidad de intervenir.

La defensa humana, la que vemos continuamente en el trabajo, parecería sugerir que  la personalidad  es una  construcción basada  en el  terror.  Parece que estamos tan aterrorizados que no dejaremos de existir. No podemos tolerar ningún desafío de  nuestro sistema de creencia porque  nos empuja  hacia nuestro  miedo de  no-ser.

Si ustedes están en lo correcto y yo equivocado, mi sensación de estar  equivocado pudiera empezar a propagarse y caería en un abismo de  errores donde  me desintegraría, me convertiría en  nada  y  moriría. Algo  fuera de  nosotros puede desencadenar este tipo de terror en nosotros.  En vez de  sufrir  el abismo de errores, nos defenderemos, no oiremos, deformaremos y  mantendremos nuestra verdad a toda costa. Es este terror el que genera  nuestras  opiniones y  nos hace neutralizar  las opiniones de  los demás. Es este terror el que  provoca  que los terapeutas  importunen, con su  sistema  de  creencia, el camino de los pacientes. De forma interesante es, entre otras cosas, nuestra personalidad que Zen Budismo trata de disolver con sus  “insolubles” acertijos.  Este  es uno de los métodos que  Zen utiliza en su  viaje  hacia  la  no-disposición.

Los terapeutas están tan contaminados como cualquier otra  persona.  Son, sin embargo,  la defensa más  perfecta del  mundo. Tienen las  defensas de saber. Es sorprenderte cómo  muchos terapeutas saben y sin embargo, no parecen  trabajar con sus pacientes en psicoterapia regresiva profunda. Lo que parece es que lo que saben es mantenerse a sí mismos seguros. Parecería que están aterrorizados. La contaminación del viaje de un paciente con el terror del terapeuta es  continua, leve, invisible y completa. Lleva el  nombre de “teoría  psico-dinámica”.

Muchos terapeutas que se consideran “racionales” no pueden  verdaderamente creer en la primera verdad del terapeuta; que la mente humana, si se le permitiera sentir, se  curaría  ella  misma.

Ellos no pueden aceptar esta creencia básica. Por extraño que parezca, la capacidad de apartarse del trabajo profundo del paciente se basa en la  doctrina de la no-disponibilidad. Esto quiere decir que mientras que los terapeutas crean profundamente en las técnicas que utilizan para abrir las puertas de la mente, una  vez abiertas esas  puertas, es  muy  importante que no inyecten sus propias creencia en el proceso. Deben esperar con expectación y sin interferencia. Sus propias mentes deben estar “vacías” de sus propios conflictos paras  que puedan ser intuitivamente resonantes con el  paciente. Si el terapeuta  está lleno de conocimiento, él/ella van a interferir prácticamente con las conexiones que se  presentan durante  el proceso. La doctrina de la no-disponibilidad es un concepto budista que aparece en la psicoterapia occidental en la noción de Fritz Pearl del vacío fértil. No podemos ampliar más en este tema, excepto para decir que en el sentido del budismo, esta doctrina  es casi  una  meta inalcanzable; en la terapia tiene más  posibilidades.

La no-disponibilidad de un terapeuta descansa en que haya teñido al menos cuatro años de psicoterapia profunda como paciente (otra necesidad de hacer este trabajo). Cualquier terapeuta que no haya experimentado el  Nivel Cuatro en sí mismo podría convertirse en una amenaza. Ese terapeuta no podría hacerse a un lado y permitir la re-experiencia. Esto es porque la conciencia humana está a medio camino entre su propio pasado y el mundo exterior. Demos un breve ejemplo: si, en mi infancia,  más allá  de la memoria de los recuerdos concientes, fui mordido por un perro, ese recuerdo,  desconocido para mí, influirá en cómo mi mente conciente responde a un paciente que está hablando de perros. Digamos que el paciente desee poseer  dos o tres perros e, inconscientemente le digo “¿no crees que un perro es suficiente?” Aunque pareciera que estoy siendo paciente centrado  y generoso (acontecimiento del  mundo exterior), lo  que  verdaderamente estoy haciendo es responder a lo que ha desencadenado un acontecimiento pasado desconocido. Si se cae en la cuenta de que nuestra  infancia está más allá de la memoria consciente y que los recuerdos influencian la forma en que sentimos, pensar y responder a la gente  diariamente, entonces está claro que  las respuestas de los  terapeutas a los pacientes están enormemente contaminadas.

La mayoría de la gente, cuando trata de escuchar, sólo oyen y  responden a los temores que se  despiertan en ellos.

Fuertes sentimientos también subvierten la claridad.  Si  me crían sin amor, mi necesidad de afecto puede afectar mi trabajo y puedo concentrarme  demasiado en mi carestía afectiva o temer hacer frente a  mis pacientes por temor a perder su afecto. Si soy  criado en medio de una familia colérica, la cólera  puede saturar  mis objetivos terapéuticos. Cualquiera de  los  cientos  de enfoques puede  aparecer  proveniente de un solo  problema.

La mente es tremendamente flexible. Puede toma  cualquier acontecimiento o una serie de ellos que impactan la mente y disfrazar su significado y la infinita cantidad de  formas que defendemos contra ese impacto.

Los terapeutas oyen desde dentro de una matriz invisible de operaciones orientadas  hacia la seguridad y acercan a los pacientes a sutiles entretejidas tendencias de sus defensas. Los terapeutas no lo saben, los pacientes  tampoco, y de  veras, a menudo no tienen ideas de  cómo el  terapeuta  fue capaz  de  llegar  al final  del viaje  terapéutico  del paciente.

Cada vez que un paciente habla con un terapeuta, moviliza en nosotros  respuestas  que  no son adecuadas en  una terapia enfocada hacia el  paciente. Lo que ellos movilizan (mundo externo) es nuestra actitud defensiva hacia cada problema que se presenta. Este problema se intensifica  en la terapia  regresiva porque nuestras defensas se activan muy rápido para manipular el material tan poderoso que un paciente en el Nivel Cuatro desencadena en él y en  nosotros. Por ejemplo, si  nosotros,  como terapeutas,  hemos tenido dificultades con un padre y no recordamos  esas  dificultades y  estamos tratando  a  un  paciente que se mantiene en el borde de un momento similar de dolor con su propio padre, toseremos en el momento equivocado, aclararemos la garganta, o haremos una supuesta sugerencia para mantener nuestros recuerdos escondidos. De estas forma, lo que está escondido en  nosotros no permitirá que el material traumático  emerja en nuestros pacientes.

Literalmente cada respuesta que damos, si no estamos concientes de este problema, proviene de cosas que están dentro de nosotros y que no recordamos. Y entonces, nuestros intentos de seguir siendo paciente  centrado y  permitir que emerjan procesos aterradores  fallarán  una  y  otra vez. Los terapeutas que desconocen este problema nunca producen suficiente congruencia enfática para  llevar a  los pacientes al Nivel Cuatro. Si lo hacen,  el inconsciente de los terapeutas devolverá al paciente a un  trabajo  menos intenso.

Congruencia V:

Congruencia Terapeuta-  Cliente

La Congruencia  enfática  del terapeuta con los problemas más  profundos del paciente es la Congruencia Cinco, sin el cual la re-experimentación de un material  doloroso anterior se  bloqueará  una y  otra vez.

Ahora le estamos haciendo frente a una paradoja terapéutica. ¿Cómo el aterrorizado puede facilitar lo aterrorizado? ¿Cómo pueden los seres  humanos  contaminados facilitar seres  humanos contaminados?

Lo primero y más importante es que el terapeuta  pase  por  su propia  terapia; mientras más profundice en la misma, más claro estará. Esta terapia, de  al  menos una vez  por  semana, deberá  durar  unos cuantos años.

El maestro Zen  le pregunta  a su monje si alguien entre ellos puede decir  “una  palabra  verdadera”.

Ellos descubren, con rara excepción, que  no  pueden. El  maestro Zen   da a los monjes la  tarea de disolver el sustituto simbólico que  han colocado entre  ellos y  una  experiencia  directa del universo. La  tarea de lograr una claridad fundamental, a veces haciendo referencia en cuanto a la Iluminación Súbita, o Satori,  también  será  una meta  para  los terapeutas.

De hecho, nosotros los terapeutas, tenemos un viaje un tanto menor. Tenemos la tarea de oír con la mayor y descontaminada atención, lo que nos lleva al trabajo. El concepto de “una  madre suficientemente  buena” existe en  la  psiquiatría y nos garantiza que ninguna madre tiene que ser perfecta. El  concepto de “un terapeuta suficientemente bueno” nos liberará de similares temores de que en nuestro  trabajo  tenemos que ser  perfectos.

Podemos oír, sin embargo, con la cosa más cercana que  podamos  encontrar, la no-disponibilidad de Zen y permitir que las palabras de  nuestros pacientes ocasionen un florecimiento en nosotros de respuestas verdaderamente resonantes de un paciente centrado. En nuestro viaje hacia la terapia descontaminada, las mejores de las técnicas es el  planteamiento reflexivo rogeriano pues no contamina al paciente con el material del terapeuta,  simplemente lo refleja.

NECESIDADES EN LA TERAPIA REGRESIVA AL NIVEL CUATRO

b: Terapia  Reflexiva

A menudo se  siente que  a la  terapia  reflexiva le  falta  fuerza.  De hecho, es la  herramienta  más  poderosa  de  todas y la  más  pura.  Reflejar el contenido de  la  discusión  de alguien le da  a la discusión  un perfil contra  la oscuridad y la confusión del dolor emocional. Por ejemplo, el comentario “parece que tenías problema cuando entraste a la consulta” traduce un  miedo generalizado más específico y controlable. Señala con mayor claridad  lo débilmente  percibido. Completa  el insight y permite  que esta  conexión avance.

Los sentimientos reflexivos confirman nuestro sentido de dónde proviene la  fuerza en los  momentos de disgusto. Por ejemplo, “lo odiaste cuando  te  hizo eso” muestra  donde surge el  sentimiento  y  a qué  profundidad nos  afecta un acontecimiento.

Las ideas de toda una vida sobre la reflexión muestran cómo hemos sido atrapados en otras ideas similares una y otra vez durante años.  Por ejemplo “cada vez que  una  mujer te pide algo, tu  terminas la  relación”.

El terapeuta aprende a reflejar el material que descansará en los límites de lo que los pacientes pueden sentir una vez que lo oyen. Reflejar más profundamente  que eso  hace  mella,  pierde  los  sentimientos y  hace que el  movimiento  terapéutico  se  detenga

Esta capacidad de ensanchar el círculo de la conciencia del paciente  reflejando  ligeramente más allá de lo que ellos saben, pero todavía dentro de lo que puedan sentir una vez que lo oyen, es el núcleo del arte facultativo del terapeuta. En resumen, si no pueden sentirlo, la  información no sirve para  nada.

Por ejemplo, “cada vez que has tenido un jefe problemático,  has abandonado  el  trabajo de  rabia” es algo  que el  paciente  puede  oír  y  sentir. Mientras  que “la rabia constante de tu padre contigo cuando eras pequeño te hace abandonar el trabajo cada vez que  tienes  un  problema  con tu  jefe” puede ser totalmente verdad, pero no se puede sentir y, por lo tanto, es un comentario que no facilita el  crecimiento.

NECESIDADES EN LA TERAPIA  REGRESIVA DEL  NIVEL CUATRO.

c: Escucha resonante 

Este es un tipo de postura auditiva donde, como terapeutas, podemos  centrar nuestra conciencia en nuestros pacientes de  forma tan profunda que  nuestros problemas  desaparecen y surge  un nuevo  fenómeno: el de la resonancia.

La resonancia ocurre en el terapeuta en momentos de intensa y clara  escucha. Esta intensidad produce un tipo de estado meditativo.  En este  estado, somos congruentes con los pacientes cuyos problemas y discusiones desencadenan en  nosotros un similar grupo de conexiones. De hecho, nuestro inconsciente empieza a resonar con la de los pacientes produciendo planteamientos reflexivos por parte  nuestra que se  convierten en material casi  telepático en ellos,  material que yace bien  por  debajo de la  conciencia del paciente. Por ejemplo, una mujer le ha estado diciendo a un terapeuta durante veinte minutos lo decepcionada que está de la vida. Él le responde, sin pensar, con una metáfora, “desde que dejaste el castillo,  simplemente las cosas no te han ido  de la misma forma.” Con los ojos bien abiertos, ella le dice con voz  sorprendida que, en toda su infancia, ella  jugó un juego que llamó  la  princesa  en el castillo.

Esta escucha meditativa se acerca al fenómeno  Zen de  no-disponibilidad. Esta es una capacidad de captar el mundo  sin la contaminación de la filtración de la mente y procesos simbólicos. Es un fenómeno de no-disponibilidad y resonancia en una  escucha del  terapeuta que constituye la Quinta Congruencia de  la psicoterapia profunda  del Nivel Cuatro.

Sin entendimiento enfático continuo, la  congruencia  falla e inmediatamente la  terapia también.

La exactitud de estas  reflexiones siempre se  confirma  mediante el sentido de  lo correcto del paciente. Cuando  el  terapeuta  está  equivocado, el paciente enseguida  se da cuenta y  el  momento enfático  se desmorona. La  terapia es un proceso en curso, que se auto corrige y que flaquea en medio de la inexactitud del  terapeuta. Esta capacidad de reflejar al paciente lo que ellos están diciendo en los  Niveles Uno hasta el Cuatro cuando, y sólo  cuando, el paciente  está  listo para escucharlo, profundiza  tremendamente la relación de comunicación y permite que cada cosa conduzca a la siguiente. Cuando añadimos a esto una orientación  corporal y  sentimental, asegurando  que el paciente nunca se  aleje muy lejos de  esto,  cada  hora se  hace más profunda que la hora anterior.

d: Más allá de la  neutralidad del terapeuta

El camino para una terapia profunda óptima está pavimentado con  paradojas aparentes. Ahora nos encontramos con una  paradoja que ha paralizado  la  psicoterapia por más de  cien años. Por una parte, he dicho que la claridad del terapeuta y la carencia de contaminación de los procesos del paciente son primarias. Por la otra, he demostrado un  grado de  participación en la práctica  de la terapia que, en cualquier  nivel, parecería  intolerable. Esta paradoja se resuelve cuando entendemos la doble  naturaleza  de  la psicoterapia.

1- La terapia como aspecto orientado hacia el conocimiento, re-experimentación.

Ayudar a un paciente a sacar las conexiones del inconsciente y las experiencias  a la superficie requiere el toque ligero de planteamientos reflexivos absolutamente claros. En la medida en que el material emerge, si está continuamente fundamentado en sentimientos y estados corporales, el paisaje regresivo del que hablamos anteriormente, es una consecuencia natural. La  esencia de este proceso es la aparición del uno después del otro. Esta  delicada cadena de correcciones entre los fenómenos internos sólo puede  empezar a aparecer si el proceso en el paciente no está descarrilado por la intromisión del terapeuta. Es en esta zona de la psicoterapia que la carencia de contaminación es esencial para seguir adelante. Cuando la presencia del terapeuta deja de ser resonante y congruente, la  terapia falla. Y es este fallo del  terapeuta la mayor garantía contra la catástrofe ya que no permite que la terapia alcance una profundidad  real.

2- Terapia en calidad de re-crianza con tacto, abrazo e intercambio  personal.

Los niños crecen en medio de la presencia de la textura paterna.  Imaginemos por un  momento a niño criado  por  una  máquina , un robot y programación de video. Imaginemos por un  momento un  niño tratando de  abrazar y  relacionarse  con  una máquina.

Esto sería horrendo. Imaginemos el  sistema nervioso  central  humano y el desdoblamiento corporal,  en  medio de  continuo  tacto y  presencia  de los padres, con toda  la textura buena y  mala que esto  proporciona. Textura  y crecimiento  sano  son  sinónimos.

En la psicoterapia regresiva profunda del Nivel Cuatro, cuando nosotros  como terapeutas reencontramos a un  niño,  debemos  aportar  textura, lo que  significa muy a menudo  abrazo y  tacto para alimentar, abrazo y  tacto para contener la dolorosa reexperiencia, y abrazo  y  tacto para  facilitar la aparición de los problemas de la  infancia. Esta textura proporciona la base  física para  el recrecimiento.

¿Cómo podemos dar a este nivel físico un claro y servicial contacto facultativo? He descubierto a través de ensayo  y error que  mientras  haya una terapia verbal con paciente centrado, hay terapia física  con paciente  centrado.

El tacto y el abrazo son dos  humanas respuestas enfáticas  naturales. La dificultad es  saber cuándo  estas respuestas facilitan y  cuándo bloquean el crecimiento. Abrazar puede promover  una reexperiencia o puede  abrazar  los  sentimientos  del paciente deteniendo  el trabajo terapéutico.

Un hombre de  mediana edad descansa  en mi  consulta y  ha  dejado atrás el presente. Ha  vuelto a ser un  niño que  regresa a casa  después de un día en la escuela.

Descubre  sangre  el  piso. Moviéndose  como si tuviera una pesadilla,  sigue la  huella de la sangre de una habitación a  otra. Encuentra a su padre,  con las venas  cortadas,  en un sofá, la  sangre todavía le  sale de sus venas formando un  charco en el piso.

El niño en el pasado y el hombre en la habitación empiezan a gritar. Finalmente, el  hombre se  sienta para  romper el contacto  con su infancia. Lo  rodeo con mis  brazos y lo  abrazo.

¿He acaso reaccionado muy pronto o demasiado tarde? ¿Estoy respondiendo a mi horror con el suyo? ¿Estoy bloqueando su crecimiento? ¿Lo estoy  facilitando? ¿Estoy conteniendo  un ego destrozado? ¿Estoy cuidando un niño destrozado que se refugia en su vida de alcohólico? ¿Soy un paciente centrado o estoy actuando? ¿Cómo  puedo saber la respuesta a  todo  esto?

La  respuesta es que el trabajo  terapéutico tiene una vida, una textura, avanza  por sí sola, lo cual es perceptible por parte del terapeuta. La percepción  descansa en el corazón de la experiencia clínica, la cual puede  enseñar cuando  tocar y  cuando  no hacerlo. Este  conocimiento es lo más  difícil de explicar, pero existen algunas directrices.

Primeramente, esto de  tocar   y abrazar se  puede  discutir abiertamente  con los pacientes al principio de  la  terapia profunda.

Yo pudiera decir, por ejemplo que a veces la gente necesita ser abrazado cuando están reexperimentando un dolor de la infancia y que el paciente puede solicitar contacto físico si lo necesita. De hecho, la mayoría de la gente son propensos a hacer  solicitudes como  éstas. Por lo  tanto,  de vez en cuando, en momentos de  dolor,  preguntaré  al paciente si desea  ser  abrazado.  Hay  personas que no saben lo que necesitan, pero durante el dolor que experimentan en la terapia buscarán  mi  mano. Muchas personas no dejan que el dolor salga a la superficie al menos que exista alguna conexión física.

Al  final no hay sustitución para la intuición y se necesitará el coraje de ofrecer lo que uno intuye aunque se cometa  un error.

Como muchos problemas en la terapia, la  buena voluntad, la  atención y la  confianza  por  ambas  partes verán los  procesos terapéuticos mediante  un  momento potencialmente  difícil.

Un terapeuta  debe  ser  capaz de  resistir la  ambigüedad y  confusión de una naturaleza intensa. Recordarán cómo el hombre hacía  muecas  semanas tras semanas sin solucionar un insight. Si esas  semanas de extraña conducta, independientemente de  mi ansiedad,  me hubiera hecho proponer alguna verdad teórica tranquilizante, este viaje se hubiese bloqueado. Si hubiese confundido la conducta del paciente, independientemente de  mi ansiedad, con una dudosa psicosis, hubiese podido prescribirle tranquilizantes para calmarme a mí  mismo y desbaratar  totalmente su terapia.

Por otra parte,  otro paciente profundo empezó a pensar  que la gente  podría, en realidad, leer  su  mente. En este  caso le di   un medicamento anti-sicótico para evitar una crisis nerviosa paranoide-esquizofrénica grave. Entender estas diferencias es parte de cualquier adiestramiento psiquiátrico.

Que el  paciente reconociera  que  esas  muecas  eran una  necesidad  corporal no-psicótica, nos  permitió finalmente darnos cuenta cabal de su   insight.

*   *   *

Los terapeutas deben, con criterio, intercambiar opiniones entre ellos. Estamos en la misma  situación que los padres  de  un  niño; el intercambio crea  textura y el espaldar del  niño que hay dentro del  paciente, crece. Además, cuando  nuestros pacientes intuyen que nos estamos desviando de la honestidad absoluta y de la exactitud, debemos estar listos  para  verificar su sensibilidad  creciente.

Naturalmente, todo esto está sujeto al buen sentido, diplomacia y al  paciente centrado.

Existe una diferencia entre información que estimula la dependencia y la  información que apoya el crecimiento. Existe una diferencia entre  información basada en la arrogancia del  terapeuta y la  información que lleva un sentimiento  intrínsecamente sano. Una vez  más, la experiencia, la dedicación para catalizar el crecimiento y una sensación de  equilibrio son  necesaria  en este terreno

-¿Cómo estoy reaccionando en mi  terapia?

-¿Me está  preguntando cómo se siente?

-No,  quiero saber si  usted  cree  que mejoro.

-¿ Me esta  usted  preguntando  cómo  usted se  siente?

- Creo que sí

- No puedo  decirle  cómo  usted se siente- pregúntate a ti  mismo

- Bueno,  me  siento  mejor   que hace  seis meses

-Entonces,  cómo le va  con su terapia?

- Espero que mejor

*  *  *

- Últimamente  me  he sentido malísimamente  mal. ¿Es normal  que la  gente se sienta cada  vez  peor con este tipo de  terapia?

- Sí

- Estoy seguro que últimamente  se  ha sentido usted muy,  muy  deprimido.

- En medio de esa depresión, ¿tiene usted la sensación de que está sacando  mucha “basura”fuera de  usted, la cual  ha tenido  dentro desde  hace  mucho  tiempo?

- Bueno sí, siento como si me estuvieran dando cosas que no he  experimentado antes, pero no me hace daño. Si me deprimo demasiado, ¿podemos tomar algún medicamento?

- Si vamos más allá de lo que te permite el cuerpo y seguimos siendo  funcionales, seguramente podemos  calmar las cosas y  mejorar tu humor con medicamentos.

-         ¿Y cómo  puedo saber  si  los necesito?

-Hay señales, tales  como  pérdida de  peso, sueño y  cansancio, así  como mucho  miedo. Nos  mantendremos alerta.

*   *   *

- ¿Alguna vez te has  sentido tan  mal que  has querido  morirte?

-Sí

-Y, ¿qué  hiciste?

- Acostarme y concentrarme  en mis  sentimientos. Repetir  una y  otra vez estas  palabras “quiero morir”.  Repetí varias  veces esas palabras hasta  que finalmente  el  deseo de  morir  desaparece.

- Entonces, ¿no tuviste más problemas con el suicidio?

- A veces pienso en él,  pero si  estoy muy estresado y, cuando sucede, utilizo esta  técnica y el sentimiento de  querer  morir desaparece de nuevo.

- Entonces, ¿la vida también ha sido para ti  una lucha?

-Sí, es una lucha para todos los  seres humanos sensibles

No hay  reglas para saber cuándo y cómo intercambiar. Mi terapeuta solía decir “no hagas participe de tus problemas a tus pacientes y no dediques   mucho  tiempo defendiéndote,”

Si se me pregunta algo sobre mi vida desde dentro de un espíritu de cura y,  con buena  voluntad, responderé a  veces desde  dentro de  mí. Esto es parte de la textura de la re-crianza de los hijos, proporciona una conexión de  relación  con el paciente. Intercambiar es análogo a la presencia física, es un apoyo.  El hambre de la neutralidad psicoanalítica se evita de forma activa, aunque el silencio sea todavía uno de nuestras herramientas principales. Los pacientes  necesitan nuestra humanidad y ella, si se brinda con cuidado, no tiene que  distorsionar  su propio sentido del self.

Por  ejemplo,  en mi práctica yo cuento anécdotas  de mi  vida cuando creo  que son verdaderamente apropiadas. En una situación orientada hacia el crecimiento,  estas anécdotas son aceptadas como contribuciones  genuinas para la terapia.

NECESIDADES EN LA TERAPIA REGRESIVA DEL NIVEL CUATRO.

 e: Creencia terapeuta  en el  sentimiento

El terapeuta debe  creer en la paradoja  central de la terapia orientada  hacia el  sentimiento, que si vamos al centro de los sentimientos más dolorosos y difíciles, no importa a donde  conduzcan, y reexperimentamos sus  penas y  horrores,  gradualmente  nos aliviaremos  y curaremos.

En raras ocasiones la terapia  es sencilla y, por lo general, conlleva meses y años sacar a la superficie nuestras experiencias. E incluso, después que lo  logramos, se deben repetir muchas veces, a menudo, secuencias individuales de  crecimiento.

Para que el paciente,  por naturaleza propia,  desee intercambiar  más y  más, se  construyen niveles de confianzas y  se  consiguen impulsos. La honestidad con el terapeuta y con uno  mismo se  convierte en una  meta vehemente, eliminando la  falsedad de  toda una  vida.

Existen otras  necesidades en la  práctica  de  la psicoterapia al Nivel Cuatro, algunas de  ellas  son las siguientes:

-         el terapeuta debe ser afectuoso. La excelencia técnica no es suficiente ni  buen compañero para una infancia dañada.

-         El  terapeuta debe ser  curioso y  tener  gran energía   para explorar lo desconocido, pero  esto nunca debe  conducir  a una aplicación hiper entusiasta de  las técnicas

-         El terapeuta  debe tener  mano  suave, pero  firme al  definirse  frente a las necesidades  del paciente.

Mientras más años dedico a las  profundidades de la mente, más me doy cuenta que las cosas se esconden en lo desconocido, en un lugar desde  donde  aparecen todos los procesos del universo. El  caso es que  no sé, en  ningún  momento dado, qué pasará luego y, para  parafrasear a  Alan Watts,  un famoso pensador del siglo XX “siempre estoy  rodeado por  penumbras y limitado en mi primordial capacidad de ver.”  Frente a ello, observo  y  confío. Después de 25 años y 32 000 horas de  experiencia, he  logrado, en cierto  sentido,  sentirme  cómodo frente a lo desconocido que se resuelve  de una  forma o de  otra.

Los principios se mantienen  firmes. Cuando le  quitamos sus  escombros  a la mente y  ofrecemos  confort, la cura casi  siempre aparece.

NECESIDADES EN LA TERAPIA REGRESIVA EN EL  NIVEL  CUATRO.

f: Cualidades requeridas en el paciente

La capacidad  de mantenerse  dentro  de un sentimiento y  experimentarlo sin actuar sobre  él, es  el requerimiento más  necesario para cualquiera que esté  en una psicoterapia regresiva profunda. Algunos están dotados de esta capacidad; otros pueden aprenderla; muchos, sin embargo, simplemente no  pueden tolerarla sin  confundir la  diferencia entre sentir un sentimiento y actuar sobre el mismo.

Cuando un daño en la infancia ha llenado el contenedor del ego con demasiado material caótico y  cuando este daño ha debilitado demasiado  al contenedor en sí, surgen a veces fuertes sentimientos para  actuar sobre ellos con el fin de evitar la tensión abrumadora de una personalidad que se  desintegra.

La vida  nos enseña a  neutralizar sentimientos desagradables haciendo algo al respecto. El “hacer” mundano se opone al “hacer” de la terapia  profunda.

En el “hacer” mundano, si tenemos hambre, comemos; si estamos enfadados, nos  herimos; de  necesitarlo,  buscamos gratificación.

En el  “hacer” de la  terapia profunda, nos acostamos y sentimos. Los  sentimientos  nos  trae insight; y el insight nos aclara; esta claridad  nos  da  equilibrio, y todo esto  conduce  a la aparición de un  nuevo yo orgánico.

El  yo orgánico lucha al hacer. El yo  orgánico responde de forma espontánea e integral a estímulos internos y externos de forma  armoniosa y  sin esfuerzos. El yo orgánico no se esfuerza ni lucha para controlarse. Simplemente se  mueve y tiene su ser en el  núcleo de un cerebro libre de  conflicto que se  auto equilibra de  forma  automática.

A menudo, los pacientes preguntan “pero, ¿qué tengo que hacer?” La  respuesta  es que no hay nada que  hacer, excepto el  trabajo interior de  la terapia.  El “hacer” en el aspecto mundano llegará  con naturalidad  si se  realiza un trabajo de interioridad en el  colchón.

Por ejemplo, en el mundo tenemos clases de adiestramiento de  reafirmación personal que enseña técnicas de la auto-definición. Se nos enseña qué decir y cómo decirlo, si alguien invade  nuestros límites personales.

En la terapia profunda, el sentido del despertar de la preciosidad  extraordinaria del “self”,  conduce  automáticamente a una  auto-definición confortable.  Digo  “no” cuando creo que  mi condición de  self está en peligro, no porque  haya aprendido a decir “no,” sino porque ya no deseo decir “si”, lo cual me  daña.

   
 
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