Alimentación (o crianza) terapéutica directa
Cuando le hemos pedido a un paciente un viaje temporal en las alas de viento hacia un trauma infantil, ha sido un tanto como llevar un bebé a pasear el domingo, torturándolo en el coche, y finalmente abandonándolo en los escombros de una ciudad bombardeada. Para volver a la infancia, se hace necesario el dolor y, una vez que llegamos a ese punto, somos, por lo general, recibidos en tierras psicológicamente baldías. Cuando entramos a la desolación de una infancia sin amor, desprovisto de contacto físico, de empatía y llena de abuso, ¿qué hacemos con ese adulto convertido ahora en un bebé y cuyo sistema nervioso central está abierto a su dolor en un mundo desprovisto de las atenciones necesarias en la crianza? La respuesta es obvia. No dejar que este niño psicológico muera expuesto a una nueva y grotesca tradición romana. Recordemos que los romanos mataban a los bebés por diferentes razones al abandonarlos en lo alto de una ladera.
Yo no abandono a mis hijos psicológicos y esto requiere avanzar dentro de una zona estrictamente prohibida. En mi práctica profesional, brindo a mis pacientes una educación, lo que llamaría “alimentación (o crianza) terapéutica directa,” el tercer mecanismo que considero como un nuevo y legítimo fenómeno terapéutico.
¿Qué significa alimentación (o crianza)terapéutica directa?
En primer lugar, para corresponder con la intensidad del Nivel Cuatro, el terapeuta tiene que estar muy presente. En mi caso, esa presencia quiere decir muchas cosas. A menudo, yo me acuesto muy cerca de mis pacientes sin tocarlos, mirándolos detenidamente a través de la penumbra por si abren sus ojos vean un rostro comprensivo que nunca hayan visto en su vida.
En segundo lugar, alimentación terapéutica directa significa tocar. Yo toco a mis pacientes en varias formas, sin que ello lleve implícito una connotación sexual. Este contacto físico pudiera consistir en tomarle una mano al o a la paciente, ponerle una mano en un hombro, una mano en la espalda, en el rostro, en la cabeza, como un padre tocaría a su hijo que sufre.
En este tipo de terapia táctil, con el fin de alimentar y educar al paciente, coloco una mano en su abdomen, en la parte superior o inferior de la ropa donde sus cuerpos puedan sentir calor, y de ser necesario, realizo un contacto piel con piel ya que en la terapia regresiva profunda, reconocemos el hambre corporal y de la piel.
El hambre epidérmica es bien conocida en el mundo infantil. La falta de contacto corporal origina depresión y la muerte. Este proceso en los niños está bien reflejado en los estudios realizados por Spitz y Bowlby
antes de la Segunda Guerra Mundial. En orfanatos, los bebés alimentados y limpios experimentaban depresión y muerte, al menos que sientan calor humano mediante contacto corporal afectivo.
Según estadísticas recientes, la tasa de mortalidad en niños prematuros bajó bruscamente cuando a los bebés se les empezó a cubrir con mantas de piel de cordero en lugar de sábanas; al parecer, la textura de éstas salvaban sus vidas. En la infancia temprana, tocar y vida son sinónimos.
Alimentar mediante el tacto directo es la segunda necesidad corporal – de la misma forma que buscar congruencia es la primera necesidad corporal. Cuando el ser humano no ha tenido una satisfactoria crianza en la infancia quedan restos de una intensa necesidad de contacto físico y afecto. Esto, normalmente, da lugar, durante y después de la adolescencia, al uso de la sexualidad como medio para obtener alivio. ¿Cuántas veces no le he oído decir a mujeres “si sólo pudiera abrazarme sin que medie el sexo?” En la terapia, yo abrazo a las personas dañadas sin que medie el sexo. Abrazamos para experimentar una regresión, para curar. A veces, el mismo gesto combinará ambas cosas.
Por ejemplo, una joven psicoterapeuta vino a mí con depresión y pánico severo por problemas intensos de disminución en la autoestima. Tenía mucho miedo de que en su muevo matrimonio su esposo no encontrara nada de valor en ella que sustentara su amor. Temblaba de pánico ante cualquier mirada negativa y sentía como que iba a desintegrarse.
Durante nuestras sesiones, la paciente padeció un severo molestar abdominal. Obedeciendo a una intuición, puso mi mano en su abdomen. Su estómago empezó a temblar violentamente. La abracé para brindarle apoyo físico. Quise ayudarla a contener un emergente maremoto de dolor físico y emocional.
Ella se había vuelto hacia mí, y como a menudo sucedía, por consentimiento común, nos abrazamos como si estuviéramos en una lucha frontal. Los temblores estomacales aumentaron, entonces sentí la necesidad de poner mi mano en su espalda y presionar su abdomen más fuerte contra mi cuerpo.
Ella empezó a gritar, su cuerpo se sacudía con las convulsiones la vez que emitía gritos atemorizantes. Poco a poco su voz cambió y adoptó la de un niño. Sesiones como éstas se repitieron por meses, pero sin que emergiera el trauma.
Independientemente de la existencia de un padre absolutamente rechazado y una madre colérica y debilitada, adivinaba que debía de haber otro trastorno. Le pregunté si había sufrido otro daño serio cuando era niña y me respondió que había estado hospitalizada varias semanas a la edad de once meses de nacida con trastornos gastrointestinales, que durante ese tiempo no había visto a su madre.
Los estudios demuestran que el abandono de un niño menor de once meses puede originar un daño irreparable. Cuando convulsionaba contra mí, ella gritaba una y otra vez “no me abandones” y cuando yo le decía que no lo haría, ella necesitaba apartarse de mí y examinarme el rostro para ver si de verdad podía confiar en mí. Después de la reexperiencia de su problema infantil, los ataques de pánico debidos a su poco autoestima empezaron a disminuir. Parece ser que el abandono de un niño, aunque sea por pocas semanas, puede hacer naufragar la autoestima en la intimidad del adulto.
Y vemos que al mismo tiempo, un abrazo provoca y cura. Allí donde se necesite una intensa presencia física para contener un ego hecho añicos por el dolor o curar niveles de privaciones de una temprana infancia, hace falta el contacto físico.
Como Ana Freud señaló en su libro sobre mecanismos mentales de defensa, la intensidad de la misma es igual a la intensidad del daño. En mi mundo, esto significa que donde hubo daño infantil igualmente serio o intenso, debe hacerse un trabajo de reparación que debe también obedecer a la regla de la congruencia: debe ser exactamente correcto.
Por ejemplo, en el caso de la paciente referida, que gritaba y hacia una regresión a los nueve meses de edad, sólo lo hizo cuando presioné mi abdomen contra el suyo. Ninguna intensidad del uso de mano-abrazo o estímulo verbal hubiese proporcionado la clave necesaria.
En sus momentos de regresión, yo me convertía en su tabla materna de salvación, en la crianza anterior a su re-visitada muerte infantil potencial. Ella se aferraba a mí con la intensidad de una víctima de campo de concentración llevada a los hornos. Yo me aferraba a una respuesta de fuerza, enfática y humana. No hubiese podido hacer nada más.
Lograda la congruencia y habiendo utilizado el dolor abdominal en el presente, nos encontramos enseguida en un profundo pasado pre-verbal. La emergencia gastrointestinal se reexperimentó conjuntamente con la sensación de abandono relacionada con la muerte infantil.
En el tacto terapéutico, el contacto piel con piel es algo extremadamente importante debido a su intensidad, fuerza y necesidad para el desdoblamiento de las estructuras mente/cuerpo del niño.
Creo que en la adolescencia tiene lugar un choque emocional que es análogo, en el campo emocional, al cierre del hueco existente entre los lados izquierdos y derecho del corazón inmediatamente después del nacimiento y que ocasiona un flujo sanguíneo para empezar a recoger oxígeno en los pulmones del niño en lugar de recogerlo del suministro umbilical de la madre.
En la adolescencia, tocar una piel ajena pudiera excitar sexualmente, no tiene la misma relevancia que en esta técnica de alimentación o crianza terapéutica directa.
La doble naturaleza del contacto físico da origen a un serio problema en la terapia regresiva. Cuando un adulto hace una regresión a la infancia, por lo general, se requiere contacto directo. Sin embargo, siempre hay un adulto presente en el paciente. El adulto puede permitir que aparezca la sexualidad, o simplemente escoger el lado alimenticio del CHOQUE ALIMENTICIO-SEXUAL. Lo que pudiera haber tenido connotación sexual se convierte en un acontecimiento educativo. De existir un exceso de excitación sexual, tanto el paciente como el terapeuta, deben trabajar para neutralizarlo. Revivir la crianza se hace tan dominante que el paciente empieza a experimentarlo como un acontecimiento esencial de socorro.
Evidentemente, se debe prestar mucho atención a estas experiencias relacionadas con la crianza. Para ello, se necesita mucha confianza y voluntad. ¿Acaso no se necesita igualmente tener mucho cuidado cuando se practica la medicina?
Uno de los más efectivos neutralizantes del terror adulto es el de colocar un abdomen contra otro. El efecto calmante de esta experiencia es 10 veces mejor si la ropa se echa hacia detrás de la parte abdominal. El alivio que se logra en esta posición es drástico e inmediato. Todos hemos experimentado este tipo de confort de forma atenuada cuando hemos recibido un abrazo adulto.
Es posible utilizar esta técnica en la terapia regresiva para lograr una crianza o alimentación calmada e intensa. El contacto con los senos y la pelvis se debe minimizar.
Uno de mis pacientes, que utiliza esta técnica para aliviar una ansiedad severa y gritos convulsivos, denominó a estos momentos abrazos de barriga.
Este simple, orgánico y efectivo neutralizante de terror en la terapia profunda hay que tomarlo en cuenta con tolerancia.
Recordemos que uno de los momentos de mayor júbilo para una futura madre es tener al hijo en el abdomen. Ello expresa su amor a través de este catalizador en la primera etapa de crecimiento de su hijo. Esta etapa de alimentación piel con piel es la base física sobre la que se construye la salud psicológica. Es la mejor base de una personalidad sana.
En la terapia regresiva, la pre-crianza de los hijos es absolutamente necesaria. Algunos pacientes pueden hacer extraordinariamente un trabajo profundo de regresión sin necesidad de contacto físico con los terapeutas. A otros les es necesario este tipo de contacto para poder soportar la intensidad de estas regresiones dolorosas.
Una y otra vez, cuando los terapeutas ofrecen este tipo de crianza a través de la terapia, piden a sus pacientes
no hablar de ello bajo ninguna circunstancia. Ha llegado el momento en que termine este temor y deshonestidad. Si la energía nuclear puede ser segura, podemos hacer que la alimentación profunda también lo sea.
El sentido del olfato en el crecimiento humano
En la esfera del contacto o tacto directo, hay otro asunto relacionado con el del contacto epidérmico directo. He observado una y otra vez, cuando he abrazado pacientes mujeres, que esconden sus rostros en la base de mi cuello cuando el botón desabotonado superior de mi camisa dejaba ver un poco de mi piel en forma de V. Yo empezaba a aflojarme la parte superior de la camisa para que las pacientes pudieran recostar la piel de sus rostros en la de mi cuello. A veces, este contacto piel con piel parecía buscarse aunque no era una posición cómoda para respirar.
Luego me percaté que respirar era aquí precisamente el problema en cuestión. Las pacientes buscaban tranquilizarse a través su sentido del olfato como lo hacen los mamíferos inferiores. Cualquiera que haya tenido un perro o un gato me dará la razón. Aunque un tanto vestigiales, los lóbulos olfativos del cerebro que nos dan el sentido del olfato son todavía relativamente anchos en nuestra especie.
El intento de acercarse físicamente más y más al terapeuta proporciona la base de un lazo afectivo o emocional que facilita la idea de tener padres sustitutos. Este efecto de re-crianza de hijos con su ulterior interiorización por parte del paciente proporciona un nuevo motivo más resistente para la personalidad. Esto es una verdad cuando los padres originales no daban calor afectivo o eran demasiado perjudiciales.
Este tipo de extrema cercanía al terapeuta de la psicoterapia regresiva en el nivel Cuatro es, para algunas personas, una absoluta necesidad psicológica. Como ya dije antes, la extrema cercanía física entre el terapeuta y el paciente es la segunda necesidad corporal de la terapia profunda en el Nivel Cuatro. Lo primero, ustedes recordarán, era una búsqueda de la congruencia de lo cual ya hemos hablado.
Dos mis pacientes me dijeron que durante período de insomnio o después de una pesadilla, fantaseaban conmigo en forma no sexual para neutralizar su ansiedad. Unas fantaseaban con mis abrazos, otras con mis caricias en su cuello. Con estas fantasías aliviaban la ansiedad y se podían volver a quedar dormidas. Sin embargo, otra me pidió arrancar un pedazo de mi camisa para ponerla en su rostro y aspirar el olor de mi cuerpo para calmarse entre sesiones. Ella estaba, por lo tanto utilizando un padre sustituto con el doble propósito de estimular su sentido del tacto y del olfato. Estas pacientes lo que andan buscando son padres sustitutos que la tranquilicen más que los padres originales. Esto apoya y fortalece el motivo de su personalidad frente a estas reexperiencias traumáticas.
Esto es lo que quiero decir cuando hablo sobre la presencia intensa del terapeuta en la psicoterapia regresiva en el Nivel Cuatro. Notarán que este tipo de presencia de forma alguna interfiere con los procesos internos del paciente en términos de producción de insight. De hecho, es un catalizador para estas introspecciones profundas.
El tacto es tan necesario para el desdoblamiento fisiológico y psicológico, como lo son las vitaminas en el embarazo, para el desdoblamiento de la capacidad intelectual.
Cuando descubrí a finales de los años 70 que el tacto y el abrazo son fuertes facilitadores, cometí muchos errores. Primeramente, fallé al separarlos. A veces están muy separados y otras son muy similares.
El tacto directo, como medio para desencadenar vivencias pasadas funciona muy bien. Recordarán el hombre de la úlcera. Casos como éste son muy comunes. El tacto directo puede provocar regresión o se puede utilizar como tranquilizantes y contención. Por ejemplo, cuando alguien tiene profundos sentimientos negativos, una mano puesta en el centro su espalda le dará a menudo el apoyo necesario para que estos sentimientos salgan a flote.
Abrazar también, como lo hemos visto, puede facilitar o contener sentimientos abrumadores. En los primeros años de exploración de estas técnicas, cometí un serio error en varias ocasiones al utilizar el abrazo para facilitar un regreso a la infancia antes que el paciente sintiera necesidad de ello. En resumen, dejé de ser un paciente centrado. El resultado de esto fue que muchos pacientes se disgustaron conmigo y se sentían molestados en vez de ayudados y aprendí una vieja lección terapéutica que dice: caminar al lado o detrás del paciente, pero teniendo mucho cuidado cuando se camina al frente utilizando un poderoso proceso facultativo. Aprendí que la técnica del abrazo sólo se debe utilizar cuando el cliente lo requiere de forma orgánica. El abrazo, antes de ser necesario, puede ser incongruente, invasivo y posiblemente sexual; puede profundizar la terapia demasiado rápido con resultados improductivos y percibirse como dañino.
El tacto y el abrazo deben ser requeridos, deseados y solicitados por una persona que comprende lo que se pide. Ese self estar muy comprometido con la introspección y debe tener fuerza suficiente para contener y trabajar a través de sentimientos fuertes que emergerán.
Cuando uno está verdaderamente trabajando en la psicoterapia profunda del Nivel Cuatro, el tacto y el abrazo se convierten en un hogar cálido y seguro en medio de una desesperada tormenta.
Tacto sexual
He llegado a entender que el tacto sexual es extremadamente difícil de utilizar. Tengo bien claro que la mayoría de mis pacientes que lo han solicitado no tienen idea de cuánto puede alterarlas.
La sexualidad es un océano diferente en el mundo del paciente. Profundo, traicionero y atormentador, en especial, cuando hay antecedentes de abuso sexual en la infancia.
La terrible y complicada verdad sobre el tacto sexual es, que además de desencadenar la reexperiencia de trauma infantil, enciende los procesos de apareamiento del cerebro. Esto puede dar origen a una expectativa amorosa, sentimientos de abandono, celos, rabia y toda una gama de respuestas para lo que “amor” es una presa. Además, estos sentimientos pueden aplastar el contenedor del ego dañado del cliente y, de veras, del terapeuta y desbordarse en la terapia con resultados desastrosos.
Y si no fuera suficiente, las fuerzas defensivas del cerebro pueden aprovecharse del terapeuta como fuente de dolor evitando el resultado aterrador de la primera consulta. Como ya dije, es más fácil destruir al terapeuta que enfrentar nuestro primero abuso sexual.
Sin embargo, Masters y Johnson, y otros investigadores de la sexualidad, han utilizado técnicas sexuales directa con medios innovadores. Mi tratamiento del paciente que sólo puede revivir su abuso sexual de la infancia tocándome, queda en mi mente como terapia ética.
Pero los terapeutas deben estar alertos en cuanto a si una solicitud de tacto sexual proviene de impulsos que son malsanos, opuestos a la necesidad corporal del Nivel Cuatro en su búsqueda de congruencia que permita una reexperiencia terapéutica.
Entendiendo esto, no creo que vaya a arriesgarme de nuevo a utilizar el tacto sexual. En su lugar, he comenzado a utilizar modelos sexuales terapéuticos. Por ejemplo, un largo y difícil objeto escondido bajo las sábanas ha provocado que uno de mis clientas reviva un pasado abuso sexual.
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