CAPÍTULO SEIS

Alimentación (o  crianza) terapéutica directa

Cuando le  hemos pedido a un paciente un viaje temporal en las alas de viento hacia un trauma infantil, ha sido un tanto como llevar un bebé a pasear el domingo, torturándolo en el coche, y finalmente abandonándolo en los escombros de una ciudad  bombardeada. Para  volver a la infancia, se  hace necesario el dolor y, una vez que llegamos a ese punto, somos,  por lo  general,  recibidos en tierras psicológicamente baldías. Cuando entramos a  la desolación de una infancia sin amor, desprovisto de contacto físico, de empatía y llena de abuso, ¿qué hacemos con ese adulto convertido ahora en un bebé y cuyo  sistema nervioso central está abierto a su dolor en un mundo desprovisto de las atenciones necesarias en la crianza? La respuesta es obvia. No dejar que este niño psicológico muera expuesto a una nueva y grotesca tradición romana.  Recordemos que los romanos mataban a los bebés por  diferentes razones al abandonarlos  en lo alto de  una ladera.

Yo no abandono a mis hijos psicológicos y esto requiere avanzar  dentro de una zona estrictamente prohibida. En mi práctica profesional, brindo a mis pacientes una educación, lo que llamaría “alimentación (o crianza) terapéutica directa,” el tercer mecanismo que considero como un nuevo y legítimo fenómeno  terapéutico.

¿Qué significa alimentación (o crianza)terapéutica  directa?

En primer lugar, para corresponder con la intensidad del Nivel Cuatro, el terapeuta tiene que estar muy  presente. En mi  caso, esa  presencia quiere decir muchas cosas. A menudo, yo me acuesto muy cerca de mis pacientes sin tocarlos, mirándolos detenidamente a través de la penumbra por si abren sus ojos vean  un rostro comprensivo que  nunca  hayan visto en su  vida.

En segundo lugar, alimentación terapéutica directa  significa tocar. Yo  toco a mis pacientes en varias formas, sin que ello lleve implícito una connotación sexual. Este contacto físico pudiera consistir  en  tomarle una  mano  al o  a  la paciente, ponerle una mano en un  hombro, una mano en la espalda, en el rostro, en la  cabeza,  como un padre tocaría a su  hijo que sufre.

En este tipo de terapia táctil, con el fin de alimentar y educar al paciente, coloco una mano en su abdomen, en la parte superior o inferior de la ropa donde sus cuerpos  puedan sentir calor, y de ser necesario, realizo un contacto piel con piel ya que en la terapia regresiva profunda,  reconocemos el  hambre  corporal  y de la piel.

El hambre epidérmica es bien conocida en el mundo infantil. La falta de  contacto corporal origina depresión y la muerte. Este proceso en los niños está   bien reflejado  en   los estudios realizados  por  Spitz  y  Bowlby

antes de la Segunda Guerra Mundial. En orfanatos,  los bebés  alimentados y limpios experimentaban depresión y muerte, al menos que sientan calor humano mediante  contacto  corporal afectivo.

Según estadísticas recientes, la tasa de mortalidad en niños prematuros bajó bruscamente cuando a los bebés se  les empezó a cubrir con mantas de  piel de cordero en lugar de sábanas; al parecer, la textura de éstas  salvaban  sus vidas. En la infancia temprana,  tocar y  vida  son sinónimos.

Alimentar mediante el tacto directo es la segunda necesidad corporal – de la misma forma que buscar congruencia es la primera necesidad corporal. Cuando el ser humano no ha tenido una satisfactoria crianza en la infancia quedan restos de una intensa necesidad de contacto físico y afecto. Esto,  normalmente, da lugar, durante y después de la adolescencia, al uso de la  sexualidad como medio  para  obtener  alivio. ¿Cuántas  veces  no  le  he  oído  decir a mujeres “si  sólo pudiera abrazarme sin que medie el sexo?” En la terapia, yo abrazo a las personas dañadas sin que medie el sexo. Abrazamos para experimentar una regresión, para curar. A veces, el mismo gesto  combinará ambas  cosas.

Por ejemplo, una joven psicoterapeuta vino a mí con  depresión y pánico severo por problemas intensos de disminución en la autoestima. Tenía mucho  miedo de que en su muevo matrimonio su  esposo no encontrara  nada de valor en ella que  sustentara  su amor. Temblaba de  pánico ante cualquier   mirada  negativa y sentía  como que iba a  desintegrarse.

Durante nuestras sesiones, la paciente padeció un severo molestar abdominal. Obedeciendo a una intuición, puso mi mano en su abdomen. Su estómago empezó a temblar violentamente. La abracé para brindarle apoyo  físico. Quise ayudarla a contener un emergente maremoto de dolor físico y  emocional.

Ella se había vuelto hacia mí, y como a menudo sucedía, por consentimiento  común, nos abrazamos como si estuviéramos en una lucha frontal. Los temblores estomacales aumentaron, entonces sentí la necesidad de  poner  mi  mano en su espalda y presionar  su abdomen más  fuerte contra mi  cuerpo.

Ella empezó a  gritar, su cuerpo  se  sacudía  con las  convulsiones  la vez que  emitía gritos atemorizantes. Poco a poco su  voz cambió y adoptó la de un niño. Sesiones como éstas se repitieron por meses, pero sin que emergiera el  trauma.

Independientemente de la existencia de un padre absolutamente rechazado y una madre colérica y debilitada, adivinaba que debía de haber otro trastorno. Le  pregunté si  había sufrido  otro daño serio cuando era niña y me respondió que había estado hospitalizada varias semanas a la edad de once meses de nacida con trastornos gastrointestinales, que durante ese tiempo no había  visto a su  madre.

Los estudios demuestran que el abandono de un niño menor de once meses puede originar un daño irreparable. Cuando convulsionaba contra mí, ella gritaba una y otra vez “no me abandones” y cuando yo le decía que no lo  haría, ella necesitaba apartarse de mí y examinarme el rostro para ver si de  verdad podía confiar en mí. Después de la reexperiencia de su problema infantil, los ataques de pánico debidos a su poco autoestima empezaron a  disminuir. Parece ser que el abandono de un niño, aunque sea por pocas  semanas,  puede  hacer  naufragar la autoestima  en la intimidad  del  adulto.

Y vemos que al  mismo tiempo,  un abrazo  provoca y  cura. Allí donde se  necesite una intensa  presencia física para contener un ego  hecho añicos por el dolor o  curar niveles de privaciones de  una  temprana  infancia,  hace falta  el  contacto físico.

Como Ana Freud señaló en su libro sobre mecanismos mentales de defensa, la intensidad  de la  misma es  igual a la intensidad del  daño. En mi  mundo,  esto significa que donde hubo daño infantil igualmente serio o intenso, debe hacerse un  trabajo de reparación que  debe también obedecer  a  la regla de  la  congruencia: debe ser  exactamente correcto.

Por ejemplo, en el caso de la paciente referida, que gritaba y hacia una regresión a los nueve meses de edad, sólo lo hizo cuando presioné mi abdomen contra el suyo. Ninguna intensidad del  uso de mano-abrazo o estímulo verbal hubiese proporcionado la  clave  necesaria.

En sus momentos de regresión, yo me convertía en su tabla materna de salvación, en la crianza anterior a su re-visitada muerte infantil potencial. Ella se aferraba a mí con la intensidad de una víctima de campo de concentración llevada a los hornos. Yo me aferraba a una respuesta de fuerza, enfática y  humana. No hubiese podido hacer nada  más.

Lograda la congruencia y habiendo utilizado el dolor abdominal en el presente,  nos encontramos enseguida en un profundo pasado pre-verbal.  La emergencia gastrointestinal se reexperimentó conjuntamente con la sensación de  abandono relacionada con la muerte  infantil.

En el tacto terapéutico, el contacto  piel con  piel es algo  extremadamente importante debido a su intensidad, fuerza y necesidad para el desdoblamiento de las  estructuras mente/cuerpo del  niño.

Creo que en la adolescencia tiene lugar un choque emocional que es  análogo, en el campo emocional, al  cierre del  hueco existente entre los lados izquierdos y derecho del corazón inmediatamente después del nacimiento y que ocasiona un flujo  sanguíneo para empezar  a recoger oxígeno en los pulmones del  niño en  lugar de  recogerlo  del  suministro  umbilical de  la madre.

En la adolescencia, tocar una piel ajena pudiera  excitar  sexualmente,  no  tiene  la  misma relevancia que en esta técnica de alimentación o crianza terapéutica directa.

La  doble  naturaleza  del  contacto físico  da  origen  a un serio problema en la  terapia regresiva. Cuando un adulto hace una regresión a la infancia, por lo general, se requiere contacto directo. Sin embargo, siempre hay un adulto presente en el paciente. El adulto puede  permitir que aparezca  la sexualidad, o simplemente escoger el lado alimenticio del CHOQUE ALIMENTICIO-SEXUAL. Lo que pudiera haber tenido connotación sexual  se convierte en  un  acontecimiento educativo. De existir un  exceso de  excitación sexual, tanto el paciente como el terapeuta, deben trabajar para neutralizarlo. Revivir la crianza se hace tan dominante que el paciente empieza a experimentarlo como un acontecimiento esencial de socorro.

Evidentemente, se debe prestar mucho atención a estas experiencias relacionadas con la crianza. Para ello, se necesita mucha confianza y  voluntad. ¿Acaso no se  necesita igualmente  tener mucho cuidado cuando se  practica  la medicina?

Uno de los más efectivos neutralizantes del terror adulto es el de colocar un abdomen contra otro. El efecto calmante de esta experiencia es 10 veces mejor  si la ropa se echa hacia detrás de la  parte abdominal. El alivio que se  logra en esta posición es drástico e inmediato. Todos hemos experimentado este tipo de  confort de forma atenuada  cuando hemos  recibido un  abrazo adulto.

Es posible utilizar esta técnica  en la terapia regresiva para lograr  una  crianza o  alimentación calmada e intensa. El  contacto con los  senos y  la pelvis se debe  minimizar.

Uno de mis pacientes, que  utiliza esta técnica para aliviar  una ansiedad severa y gritos convulsivos, denominó a  estos  momentos  abrazos de  barriga.

Este simple, orgánico y efectivo  neutralizante  de terror  en la terapia profunda hay  que tomarlo en cuenta  con tolerancia.

Recordemos que uno de los momentos de mayor júbilo para una futura madre es tener al hijo en el abdomen. Ello expresa su amor a través de este catalizador en la primera etapa de crecimiento de su hijo. Esta  etapa de alimentación piel con piel es la base física sobre la que  se construye la salud psicológica. Es la mejor base de una personalidad sana.

En la terapia regresiva, la pre-crianza de los hijos es absolutamente  necesaria. Algunos pacientes pueden hacer extraordinariamente un trabajo profundo de regresión sin necesidad de contacto físico con los terapeutas. A otros les es necesario este tipo de contacto para poder soportar la intensidad de estas regresiones dolorosas.

Una y otra vez, cuando  los terapeutas  ofrecen este tipo de  crianza a través de  la terapia,  piden a  sus  pacientes

no hablar de ello bajo ninguna circunstancia. Ha llegado el momento en que termine este temor y deshonestidad. Si la energía nuclear puede ser  segura, podemos hacer  que  la  alimentación profunda también lo  sea.

El sentido del olfato en el crecimiento humano

En la esfera del contacto o tacto directo, hay otro asunto relacionado con el del contacto epidérmico directo. He observado una y otra vez, cuando he abrazado pacientes mujeres, que esconden sus rostros en la base de  mi cuello cuando el botón desabotonado superior de mi camisa dejaba ver un poco de mi piel en forma de V. Yo empezaba a aflojarme la parte superior de  la camisa para que las pacientes pudieran recostar la piel de sus rostros en la de mi  cuello. A veces, este contacto piel con  piel parecía  buscarse aunque no era  una posición cómoda  para  respirar.

Luego me percaté que respirar era aquí precisamente el problema en  cuestión.  Las pacientes buscaban tranquilizarse a través su sentido del olfato como lo hacen los mamíferos inferiores. Cualquiera que haya tenido un perro o  un  gato me dará la razón. Aunque un tanto vestigiales, los lóbulos olfativos del cerebro que nos dan el sentido  del olfato son todavía relativamente  anchos  en  nuestra  especie.

El intento de acercarse físicamente  más y  más  al  terapeuta proporciona  la base de un lazo afectivo o emocional que facilita la idea de  tener padres sustitutos. Este efecto de re-crianza de  hijos con su ulterior  interiorización por  parte del paciente proporciona un nuevo motivo más resistente para la personalidad. Esto es una verdad cuando los padres originales no daban  calor afectivo o eran demasiado  perjudiciales.

Este tipo de extrema cercanía al  terapeuta de la psicoterapia regresiva en el nivel Cuatro es, para algunas personas, una absoluta necesidad psicológica. Como ya dije antes,  la extrema  cercanía  física entre el terapeuta y el paciente es la segunda necesidad corporal de la terapia profunda en el Nivel Cuatro. Lo primero, ustedes recordarán, era una búsqueda de la congruencia de lo cual ya hemos hablado.

Dos mis pacientes me dijeron que durante período de insomnio o después de una pesadilla, fantaseaban conmigo en forma no sexual para neutralizar su ansiedad. Unas fantaseaban con mis abrazos, otras con mis caricias en su  cuello. Con estas fantasías aliviaban la ansiedad y se podían volver a  quedar  dormidas. Sin embargo,  otra  me  pidió arrancar un pedazo de  mi camisa para ponerla en su  rostro y aspirar el olor de mi cuerpo para calmarse entre sesiones. Ella estaba, por lo tanto utilizando un padre sustituto con el doble  propósito de estimular su sentido del tacto y  del olfato. Estas pacientes lo que  andan  buscando son padres sustitutos que la tranquilicen más que los padres originales. Esto apoya y fortalece el motivo de su personalidad frente a estas  reexperiencias traumáticas.

Esto es lo que quiero decir cuando hablo sobre la presencia intensa del terapeuta en la psicoterapia regresiva en el Nivel Cuatro. Notarán que este tipo de  presencia de  forma alguna interfiere con los procesos internos del paciente en términos de producción de  insight. De hecho, es un catalizador para estas introspecciones profundas.

El tacto es tan necesario para el desdoblamiento fisiológico y psicológico, como lo son las vitaminas en el embarazo, para el desdoblamiento de la capacidad  intelectual.

Cuando descubrí a finales de los años 70 que el  tacto  y el abrazo son fuertes facilitadores, cometí muchos errores. Primeramente, fallé al separarlos. A veces  están muy separados y  otras  son muy similares.

El tacto directo, como medio para desencadenar vivencias pasadas funciona  muy bien. Recordarán el hombre de la úlcera. Casos como éste son muy  comunes. El tacto directo puede provocar regresión o se  puede utilizar  como tranquilizantes y contención. Por ejemplo, cuando alguien tiene profundos sentimientos negativos, una mano puesta en el centro su espalda le dará a menudo el apoyo necesario para que estos sentimientos salgan a  flote.

Abrazar también, como lo hemos visto, puede facilitar o contener sentimientos  abrumadores. En  los primeros años de exploración de  estas técnicas,  cometí un  serio error en  varias ocasiones al utilizar el abrazo para facilitar un regreso a la infancia antes que el paciente  sintiera necesidad de  ello. En resumen, dejé de ser un paciente centrado. El resultado de esto fue que muchos pacientes se disgustaron conmigo y se  sentían molestados en vez de ayudados y aprendí una vieja lección terapéutica que dice:  caminar al  lado  o  detrás del  paciente, pero teniendo mucho cuidado cuando se camina al frente utilizando un poderoso proceso facultativo. Aprendí que la técnica del abrazo sólo se debe  utilizar cuando el  cliente lo requiere de  forma orgánica. El abrazo, antes de ser  necesario, puede ser incongruente, invasivo y posiblemente sexual; puede profundizar la terapia demasiado rápido con resultados improductivos y percibirse como  dañino.

El tacto y el abrazo deben ser requeridos, deseados y solicitados por una persona que comprende lo que se pide. Ese self estar muy comprometido  con la introspección y debe tener  fuerza suficiente para contener y  trabajar  a través de sentimientos  fuertes que emergerán.

Cuando uno está verdaderamente  trabajando en la psicoterapia  profunda del Nivel Cuatro, el  tacto y el abrazo se convierten en un  hogar cálido y  seguro en medio de  una desesperada  tormenta.

Tacto sexual

He llegado a entender que el tacto sexual es extremadamente difícil de utilizar. Tengo bien claro que la mayoría de mis pacientes que lo han solicitado no tienen idea de cuánto puede alterarlas.

La sexualidad es un océano diferente en el mundo del paciente. Profundo, traicionero y atormentador, en especial, cuando hay antecedentes de abuso sexual  en la infancia.

La terrible y complicada verdad sobre el tacto sexual es, que además de desencadenar la reexperiencia de  trauma infantil, enciende  los  procesos de apareamiento del cerebro. Esto puede dar origen a una expectativa amorosa, sentimientos de abandono, celos, rabia y toda una gama de respuestas para lo que “amor” es  una presa. Además, estos sentimientos  pueden  aplastar  el contenedor del ego dañado del cliente y, de veras,  del terapeuta y desbordarse en la terapia con resultados  desastrosos.

Y si no fuera suficiente, las fuerzas defensivas del cerebro pueden aprovecharse del terapeuta como fuente de dolor evitando el resultado aterrador de la primera consulta. Como ya dije, es más fácil destruir al  terapeuta que  enfrentar nuestro  primero abuso sexual.

Sin embargo, Masters y  Johnson, y otros investigadores de la  sexualidad, han utilizado técnicas sexuales directa con medios innovadores. Mi  tratamiento del paciente que sólo puede revivir su abuso sexual de la infancia tocándome,  queda  en mi mente  como  terapia ética.

Pero los  terapeutas deben  estar alertos en  cuanto a si  una solicitud de tacto sexual proviene de impulsos que son malsanos, opuestos a la necesidad corporal del Nivel Cuatro en su búsqueda de congruencia que permita una  reexperiencia  terapéutica.

Entendiendo esto,  no creo que  vaya a arriesgarme de  nuevo a utilizar el  tacto sexual. En su lugar, he comenzado a utilizar modelos sexuales terapéuticos. Por ejemplo, un largo y difícil objeto escondido bajo las sábanas ha provocado que uno de  mis  clientas reviva  un pasado abuso  sexual.

   
 
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